F.F.A. A la ciencia también hay quién le da un tratamiento de superstición.
J.C.B. Pues sí. En la idea que respalda al desarrollo de la ciencia hay como un impulso de dominio. Eso se ve en Bacon y en los primeros hombres de ciencia que como tales ya circulaban en la Europa del siglo XVI. En el siglo XVIII, la ciencia se nos muestra como una utopía que está al alcance del hombre y en la que puede mostrar su superioridad al tiempo que relegaba a la religión a un segundo plano. En el siglo XIX, lo que sucede es que la ciencia alcanzó grandes descubrimientos que pudieron ser aplicados en soluciones a padecimientos que la humanidad venía arrastrando de siglos, y se la quiso trascender hasta otorgar al que la cultivase como un valor moral. Luego, en el siglo XX, hemso visto que todo esto era una ilusión, un tópico más. La utilización arbitraria de las ciencias llamadas Humanidades condujeron a ideas monstruosas como el fascismo..., y en las otras, cómo la física, pues lo mismo, llevándonos a la obtención de la bomba atómica y otras lindezas destrucotras que están guardadas en arsenales, y por lo que parece, las que tiraron en Japón son ya cosas con las que pueden jugar los niños... La ciencia como ciencia, como fuente de conocimiento, está bien, pero el uso que se hace de ella ya, verdaderamente, es otra cosa porque ahí entran en el juego unos intereses y egoísmos muy particulares. La ciencia ha pasado a estar al servicio del dinero y en manos de los políticos que lo único que buscan es dominar y hacer uso de un poder que imaginan que beneficia a la humanidad por el hecho de ser algo que pueden conceder. El resultado está ahí. El político, en la democracia, por lo general, es un hombre que tiene una mirada a muy corto plazo, el tiempo que media entre unas elecciones y las siguientes en que se puede ir a su casa, y entonces todo queda en función de unos resultados inmediatos. Y en las dictaduras, que no hay estos plazos, el resultado es un encorsetamiento idiota del que no se puede uno librar nunca. Los políticos se han atribuido el poder sobre la ciencia administrando el procedimiento, la técnica, por la que pueden maniobrar en busca de un modelo de sociedad que bien mirado da miedo. Hoy ya estamos cansados de ver que la ciencia y su aplicación práctica por medio de la técnica lleva a una falta de libertad, a una serie de dependencias absurdas, a un alejamiento de la naturaleza..., y a una destrucción más o menos sistemática del mundo, lo que, por otro lado, se contempla como algo normal, como una consencuencia natural propiciada por una especie de fatalismo...
F.F.A. Una cosa muy curiosa es que estos mismos políticos no paran de proporcionar los medios que hacen posibles que se celebren congresos en los que los científicos entonan el mea culpa y pasan aviso de los peligros que están a la vuelta de la esquina si seguimos por donde vamos. Luego, los periodistas hacen su campaña de orientación e información, y después se hace el silencio hasta que de nuevo parece que debe soltarse otro globo sonda. Lod el ozono está ahí, con unas consecuencias que pueden ser las del fin del mundo si se hace caso a gran parte de la información..., pues nada, de pronto se habla mucho, y de pronto desaparece de los periódicos, de la televisión... Se habla cuando interesa a los dueños de la información, el dinero o los políticos... Y por otro lado, la ciencia ha hecho que el hombre jamás haya estado tan vigilado como ahora. Todo está controlado, según unas estadísticas que dan a conocer los resultados de una elección política antes de que ésta se convoque. Todo está controlado y guardado en unas máquinas, desde las cuentas corrientes, hasta el teléfono, pasando por los periodistas que postulan el principio de que no hay vida privada..., luego, lo que se da para conocimiento general se le llama información, aunque no pase de un chismorreo que, por otro lado, es lo único que parece que interesa...
J.C.B. La información, por obra y gracia de la ciencia, ha pasado a ser una propaganda suministrada según determinadas dosis, lo quela convierte en orientación o adoctrinamiento. Todo esto ya lo vieron venir en el siglo XIX hombres como Bergson, y también se dijo en campos como la economía, la física... Ahora se habla de que la humanidad va a una especie de suicidio, y puede ser cierto..., pero ante esto saltan los optimistas, los consumistas, los que dicen que no hay que preocuparse porque el ingenio humano sabrá encontrar otras fuentes de energía cuando las que estamos despilfarrando se agoten...
F.F.A. A veces la lectura de los periódicos da la sensación de que estamos ante unas noticias que vistas en conjunto describen una especie de locura colectiva. La economía ha impuesto unas formas de vida que descansan en el crédito, en lo que se ha de producir y ganar en el futuro que estúpidamente se considera como algo que está programado y libre de imprevistos. Los imprevistos son cosas de un presente que pueden ser solventados sobre la marcha. Antes, el hombre vivía sobre un presente que se hacía pasado de una manera perezosa, de ahí la importancia de las genealogías, de las limpiezas de sangre..., que pueden parecer preocupaciones como indecorosas, pero lo de ahora, bien mirado, no es mucho mejor, ahora hay que hacerlo con un pie en el futuro. A lo mejor, vivir en el presente, para algún teórico de la economía, es la ruina. Con la valoración del pasado del hombre y su manera de expresarlo, la Historia, sucede algo parecido.
J.C.B. Hay como una especie de huida hacia delante. El hombre y el dinero están entregados a la técnica que les hace entrar en esa especie de vértigo absurdo. El tiempo se queda corto. Las unidades como el día, el mes..., parece que tienen unas dimensiones que deberían ser ampliadas. La Historia ha quedado como un montaje más o menos acertado que sirve para que los optimistas de turno se miren en ella y dictaminen que es la maestra de la vida, como si en ello se encontrase también la solución del laberitno en que está metida la humanidad. Sin embargo, sólo la vida es maestra de la vida.
F.F.A. Y luego está el dinero.
J.C.B. Jamás ha estado el hombre tan entregado al Becerro de Oro como en nuestro tiempo. Todo el mundo vive en un estado de necesidad por el dinero, que es algo verdaderamente ridículo y que no podemos llamar codicia, porque se nos queda corto. Una esclavitud total. Y en los jóvenes, todo esto del dinero, que lo tienen como motivo de conversación, es indigno.
F.F.A. Los jóvenes vivne en un estado de necesidad en todo esto.
J.C.B. Sí, en muchos casos hay como un sentimiento de que es un derecho que tienen, aunque para ello deban saltar por encima de media humanidad. No falta el monstruo que le echa en cara a sus padres si no lo tienen. El dinero y la ciencia unidas..., menudo panorama.
F.F.A. Hoy la ciencia es vista con recelo por muchos. La aparición de asociaciones que tratan de que el hombre no pierda su contacto con la naturaleza está motivado por esto.
J.C.B. Sí, pero muchas de esas tienen un tinte político que las desgracia. Yo no quiero energía nuclear en mi parcelita, pero sí en la de los demás, y que me la suministren a buen precio. Si hay problemas con la central de Santa María de Garoña, que lo sea para los castellanos, para los del Ebro, pero que llegue a Bilbao bien barata. Así no puede ser. La ciencia, hoy, más que otra cosa, lo que produce es miedo y desconfianza. Cuando Heidegger dijo que la técnica estaba por encima del hombre, llevaba mucha razón. La máquina ha terminado imponiéndose al hombre que de ser racional tiene bastante menos de lo que cabe imaginar.
F.F.A. El hombre, verdaderamente, como debía ser definido, si es que las definiciones sirven para algo, es como ser depredador. Y ahora estamos en el momento de lo que antes o después va a producir la ingeniería genética, un campo de conocimientos técnicos que pueden tener unas aplicaciones sumamente útiles en el hombre y en la medicina, pero que al final, aunque haya muchos códigos éticos, no faltará el que caiga en la tentación de crear monstruos útiles a lo Frankenstein, y se armará. Va a ser algo parecido a lo que hacen los fabricantes de armas químicas, que según dicen, las hacen para no utilizarlas porque están prohibidas.
J.C.B. El hombre tiene la manía de transformarlo todo porque así discurre que alcanza poder, que tiene poder. El hombre cree que así domina lo que existe. Lo que decíamos antes.