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Viernes, 29 de marzo de 2024
Julio Caro Baroja
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TEXTOS DE JULIO CARO BAROJA

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Observaciones generales sobre el estudio del País Vasco desde los puntos de vista lingüístico, etnográfico y antropológico

(Boletín de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, I (1945), pp 225-236

Cualquier viajero que se asome durante unos minutos a la ventanilla de un tren de los que recorren el actual territorio vasco puede darse cuenta de los efectos que en él está causando el industrialismo moderno. La provincias de Guipúzcoa y Vizcaya, en especial, amenazan con convertirse dentro de poco en una especie de inmensa «banlieue» o suburbio en que los maizales y prados alternen con fábricas y casas de vecindad, hechas de piedra y cemento, de manera poco estética. El viejo carácter vasco, al chocar con las fuerzas económicas y sociales típicas del mundo actual, ha de quedarse por fuerza como una loza antigua que caiga sobre suelo de «portland».

Naturalmente, lo que el observador nota que se descompone con mayor claridad, es la unidad lingüística, clave de la extraña variedad humana, que es la vascongada. Hasta no hace mucho, el castellano como lengua había hecho progresos sobre el vasco por un movimiento de ondas. En el XVI hallamos la onda castellana en longitudes y latitudes determinadas. En el siglo XVII apenas se modifica. Pero a partir de fines del siglo XVIII y durante el XIX el territorio ceñido por ondas semejantes se va haciendo menor. Más he aquí que a la par que este movimiento envolvente de castellano que hoy continúa, efectuándose en zonas típicamente agrícolas, existe otro que puede comparase con un proceso granular, dentro de aquel territorio ceñido. Cada foco de industria es un foco de castellano. Dentro de unos años el mapa de los pueblos que hablan vasco, para dar impresión de exactitud, tendrá que hacerse en gran escala y mediante una serie de manchas y puntos. por otra parte, la existencia dentro del territorio vasco, de una frontra entre dos naciones contribuye asimismo, ahora mucho más que antes, a la pérdida de la viejalengua ya que en la vigilancia de esta frontera participan gentes de origen diverso. Por si esto fuera poco añadamos la labor que pueden llevar a cabo los que todos los años van de diversas zonas de Españaa pasar una temporada a las graqndes estaciones veraniegas, como San Sebastián,y a muchos pue3blos de la costa y del interior de vida muy rural, y la de los naturales del país que emigran y luego vuelven, bien sean los "indianos", bien sean las criadas de servir, obreros, etc., con cierto despego por su lengua materna.

Esto que se dice observando el país vasco-español es aplicable también al vasco-francés, donde el idioma desaparecerá en breve. Es más, los que han contribuido de mayor forma a que en la zona francesa se mantenga el vasco frente a la política hostil a él y a un sistema de educación muy elaborado, han sido desertores guipuzcóanos, vizcaínos y navarros de las guerras civiles, que se han venido estableciendo en numerosos caseríos fronterizos de cien anos y pico a esta fecha.

Es verdaderamente curioso advertir la fuerza actual de expansión del castellano como lengua obrera en oposición a la debilidad que antes manifestaba como lengua oficial en Guipúzcoa, Vizcaya y norte de Navarra. En realidad aquí está la causa de determinadas luchas políticas que han surgido en el país desde el pasado siglo. Muchos de los tradicionalistas primero, los fueristas y nacionalistas de tendencias conservadoras después, no vieron en el castellano sino el agente de la propaganda revolucionaria, liberal, republicana o socialista. El gobierno central vio, en cambio, en el cultivo lengua vasca un germen de ideas contrarias a la unidad nacional. Las cosas llegaron a un término tal, que la política en torno al problema se hallaba hundida en una gigantesca confusión.

El bilingüismo y el uso del castellano en cuestiones oficiales existe ya en la Edad Media; escuelas en que se enseñaba castellano de tipo análogo a muchas que hay en aldeas y barriadas campesinas actuales se encuentran desde siglos. No será fácil hallar en los archivos municipales y caseros del país vasco-español documentos escritos en vascuence. Algunos más hay en la zona vasco-francesa, donde los límites máximos del vasco fueron más constantes desde hace mucho. Pero a pesar de todo, la cantidad de personas que ignoraban el castellano o el francés era considerable.

Cada vez que un magistrado español o francés tenía que hacer una información entre vascos debía acudir a intérpretes. Así, por ejemplo, algunos de los que estaban encargados de resolver expedientes de nobleza y pureza de sangre nos han dejaJo noticias de interés sobre el estado lingüístico de la zona media de Navarra en los siglos XVII y XVIII. Las autoridades eclesiásticas, para que la divulgación de los preceptos evangélicos fuera eficaz, recomendaban el empleo del vasco sobre todo.

Pero hay unas autoridades, medio civiles, medio eclesiásticas, cuya actuación nos ha interesado siempre y que también usaron de intérpretes. Nos referimos a los jueces en los procesos de brujería, de los cuales los más famosos tuvieron lugar a comienzoS del siglo XVII. Leyendo las actas de procesos semejantes hemos pensado que el error judicial que se cometió depende en parte de razones lingüísticas. Ahora queremos indicar que a la par, y con un ritmo análogo al que lleva a la desaparición de la lengua, van desapareciendo costumbres y usos que vivieron durante siglos estrechamente unidos a ella, que algunos (con exageración evidente) reputarían como amarrados entre sí desde un principio.

Tenemos ante los ojos una publicación ilustrada. Esta publicación, hecha con propósitos puramente comerciales, es altamente significativa. Se lama Álbum gráfico descriptivo del país vascongado. Años 1914-1915. Tomo de Guipúzcoa. Volviendo sus páginas nos damos cuenta de la fisonomía que tenía la provincia hace unos treinta años poco más o menoS. ¿Será mucho decir que el estado de cosas que refleja aquel álbum no parece alejadísimo del actual? ¿Dónde se verán ya grupos de hilanderas, layadores, alcaldes con capa y sombrero de copa, aldeanos con abarcas y otras piezas de la indumentaria muy arcaicas? Zonas en que el viajero podía contemplar entonces una vida de campesinos interesante desde el punto de vista etnológico, han sido transformadas en zonas industriales y el corazón de la provincia marcha a un ritmo muy diverso al de la época en que nacimos. El sentido industrial del guipuzcoano no es moderno. Ya a fines de la Edad Media se distinguían los fundidores, tejedores y constructores de barcos de aquella diminuta parte de España. Pero la forma de explotar una industria entonces y mucho después no guardaba gran semajanza con la actual, que tiene sus raíces en la última mitad del siglo pasado.

La antigua industria no estaba obligada a ser enemiga de las viejas costumbres y de la vieja lengua, como lo está ahora. Una serie de leyes mantenían al pueblo vasco muy aislado del resto de la península, leyes que hoy parecerían producto de la imaginación de un exagerado racista.

Ignoramos los límites exactos de la lengua vasca antes del siglo XVI. Pero hay derecho a pensar que durante grandes períodos de la Edad Media, en Navarra por lo menos, y en la parte occidental se mantuvo en posiciones muy estables. La observación de su retroceso posterior nos da coyuntura para indicar, sin embargo, lo que sigue.

La relación de una forma cultural y la lengua aparece con caracteres muy imprecisos si recorremos el territorio navarro en que del siglo XVIII al siglo XX ha ido ganando su partida el castellano. El que compare la fisonomía general de un pueblo de los alrededores de Estella en el que a fines del siglo XVIII había muchos que no sabían sino vasco y hoy se ignora en absoluto, y otro en el que aún se habla, se encontrará que todos aquellos caracteres culturales, espirituales, que se hallan en íntima relación con el lenguaje son muy distintos en ambos. En cambio, bastantes de los elementos culturales de tipo material se asemejan.

Vamos a aprovechar, para que nuestras observaciones particulares queden garantizadas por otras, hechas con distinto ánimo, de los estudios geográficos que ha llevado a cabo Leoncio Urabayen, por ejemplo. Indicamos en el mapa número 1, esquemáticamente, las tres zonas en que se puede dividir Navarra desde el punto de vista orográfico. Señalamos en el 2 el límite que tenía la lengua vasca en aquel antiguo reino entre los siglos XVI y XVIII. Si superponemos ambos mapas nos damos cuenta de que el sistema orográfico parece estar en relación con los límites más permanentes de la lengua durante muchos siglos, como lo refleja también el estudio de la toponimia que en la parte de la ribera del Ebro no es muy vasca, dígase lo que se diga.

Comparemos estos dos mapas con el número 3 en que se hace una clasificación de las casas navarras hechas hasta el mismo siglo XVIII desde el punto de vista material. La superposición de los tres mapas nos indica que podría existir también conexión entre tres hechos, uno físico, otro lingüístico y otro cultural. Cabría sacar de aquí cierta tendencia a establecer una ley general. Pero observaciones más concretas nos obligan a despreciar el rígido esquematismo. El área de las casas ha seguido siendo la misma,mientras que la del vasco ha retrocedido y en consecuencia el habitante de la casa de la región donde se ha efectuado el retroceso ha cambiado de manera de ser en aspectos fundamentales.

Es interesante ver por otra parte la relación que parece existir entre elementos culturales de un pasado muy remoto y otros actuales. El mapa número 4, tomado de Barandiarán, señala las áreas de los establecimientos dolménicos del país vasco y las de cierto tipo de pastoreo que, el mismo autor, ha estudiado detenidamente. Señalemos que el referido régimen pastoril se halla sobre todo en la zona por donde van los límites actuales de la lengua vasca o fuera de ésta, aunque hace dos siglos quedaría de lleno dentro de ella. La relación que hace ostensible el mapa entre estaciones de dólmenes y zonas de trashumancia pastoril interior o parcial, se halla también, al parecer, en el Alto Aragón, pero no en otras regiones de España, donde hay de un lado dólmenes y de otro pastoreo de aire análogo.

Valdría la pena intentar en Europa occidental el método estadístico preconizado por Cekanowski para averiguar la exacta conexión entre unos elementos culturales y otros. Ello requeriría un gran trabajo, pero mientras no se precise en el uso de los materiales, siempre andaremos sin saber a qué atenernos en realidad. Claro es que el método estadístico sería más difícil de aplicar aquí que en los pueblos primitivos por el ritmo que lleva nuestra cultura en general y la escasez total de datos sobre las exactas condiciones de sinfín de aldeas.

Si la conexión es difícil de estudiar de modo positivo, los fenómenos de "desconexión" son susceptibles de ser observados más claramente. Hace poco nuestro amigo José María lribarren ha publicado dos libros en que recoge materiales curiosos para el estudio del carácter y mentalidad de los navarros actuales de la referida zona desvasconizada en los últimos dos siglos. La oposición de su temperamento al de los navarros que aún hablan vasco es un lugar común para todo el que haya vivido en el país. ¿Pero ocurriría lo mismo hace ciento cincuenta años? Hay derecho a pensar que los que hoy nos parecen gente completamente distinta entonces no nos lo hubieran parecido. Tal es el poder de lenguaje.

No queremos hacer ahora la apología de uno de los dos tipos como lo hicieron ciertos autores, que hace tiempo observaron el hecho que nos ocupa,como Arturo Campión, aunque nuestra simpatía esté de un lado. Sólo pretendemos resaltar su importancia etnológica.

De una generación a otra este escritor erudito percibió en un pueblo navarro, lzalzu, un cambio absoluto en la manera de ser general, debido la introducción del castellano como lengua única. Acaso exageró la nota en la descripción de tal cambio, pero no puede negarse que existió. Repetimos. El que recorra primero la parte de la cuenca del Bidasoa y la del Arga después, dará en pensar que la gente de las dos es muy diferente. Los aldeanos de la zona próxima a la capital del antiguo reino no hablan, ciertamente un castellano muy correcto, pero nadie los podrá confundir con vascos de la lengua, con «euskaldunak». Sin embargo, en 1809 el guerrillero Félix Sarasa, natural de Artica, un pueblo muy cercano a Pamplona, desconocía la lengua castellana, y otro guerrillero llamado José Górriz, de la misma región, tampoco la sabía muy bien, según dice el general Espoz y Mina en sus Memorias, el cual, siendo de ldocin que está ya bastante al S.E. de Pamplona y habiendo nacido en 1781 sabía vasco. ¿ Se puede tener, hablando este viejo idioma, la petulancia diplomática y otras condiciones corrientes de un gascón, un francés o un castellano? Parece poco posible, estos datos nos hacen ver que condiciones tales no dependen de factores estrictamente biológicos como algunos pretenden.

En las zonas industriales y fronterizas a que hemos aludido, es evidente que la progresión del castellano está relacionada con la entrada en ellas de elementos alienígenas. Pero en las zonas agrícolas de Navarra son los naturales los que pierden la lengua por contacto con los de los pueblos limítrofes que la abandonaron antes. Es decir, que el que estudie la Antropología física de los vascos debe considerar este hecho para no caer en errores de apreciación sobre la extensión y caracteres de la variedad humana que puede llamarse vasca, pues si el navarro ,de la zona media ha perdido la lengua aun no hace mucho, conservando mas o menos una cantidad de rasgos culturales, sigue siendo del mismo tipo que cuando físicamente no hablaba sino vasco. El que recorriendo las montañas de Estella y el sureste de Pamplona al oír cantar jotas y escuchar expresiones de aire aragonés quisiera buscar allí una frontera cometería una generalización errónea. Es necesario buscar las áreas de los caracteres físicos objetivamente. Hoy nadie piensa que son vascos los habitantes de ciertas zonas del Alto Aragón y del Pirineo francés y, sin embargo, hay motivos para juzgar que hace mil y pico de años, si hubiera habido observadores con espíritu científico, hubieran tenido que colocarlos, lingüísticamente al menos, con los vascos.

Esto es causa también de que, según las épocas, el fenómeno de desvasconización lleve consigo más o menos violentamente y con caracteres distintos la introducción de ideas, usos y costumbres diferentes. En los núcleos

industriales actuales con el castellano han entrado, sin duda, varias concepciones obreristas. Pero en los puntos en que el vasco se perdió en los siglos XVIII y XIX la pérdida fué unida a la propagación de otras completamente distintas; por ejemplo, hay que recordar que el carlismo en la zona de Estella tiene su foco más fuerte en el momento en que en ella se pierde el vasco.

Con estas observaciones queremos reforzar la idea de que es necesario no dejarse llevar demasiado por un prurito de señalar conexiones constantes entre unos hechos lingüísticos y otros antropológicos y culturales, fundándonos en el modo en que aparecen en nuestra época. Pero ello no quiere decir tampoco que, abandonándonos a un fenomenalismo ciego, hayamos de negar toda posibilidad de sintetizar nuestros conocimientos.Lo que hay que procurar es establecer ciertas relaciones entre un grupo de hechos, lo más considerable que se pueda, de tipo homólogo, para luego ver de hallar las que tal grupo pueda tener con otros. Mas si en vez de proceder de esta suerte nos dejamos llevar por una tendencia a establecer analogías y relaciones entre hechos de diferente clase y si prescindimos de la historia real de ellos para acomodarlos a un proceso evolutivo puramente lógico, correremos grandes riesgos. Puede que procediendo de esta suerte satisfagamos las ansias de «claridad» y sencillez de muchos, puede, también, que nuestras doctrinas sean más simpáticas a los que han adoptado una posición a priori, pero a la larga nuestro trabajo será considerado como primario e inconsistente. Si estudiamos el país vasco actual veremos, de todas suertes, que la ausencia o frecuencia de unos rasgos u otros dentro de él, no es tan importante como para que deje de percibirse que, en conjunto, constituye un «área de cultura». Hegel decía que un cambio cuantitativo llegado a determinado grado lleva consigo otro cualitativo. Este principio es aplicable a muchas ciencias, pero en Etnología y Sociología tiene singular validez. Los matices que se observan en la vida de los pueblos más semejantes entre sí dependen de la diversa cantidad en que existen dentro de ellos los mismos rasgos; esta diversidad hace que la calidad general sea distinta de modo más o menos perceptible o acusado, y la variedad observada puede conducir a que dudemos en lo que se refiere al valor aislado de los rasgos o a que nos invada una extraña perplejidad al considerarlos en bloque. ¿Pero es mejor dogmatizar a ciegas?

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