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Viernes, 26 de abril de 2024
Julio Caro Baroja
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AUTOBIOGRAFÍA DE JULIO CARO BAROJA

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Una vida en tres actos.
Acto III

¿Después? Después he pasado de la madurez a la senectud. He tenido menos preocupaciones, más dinero, algún pequeño éxito o recompensa, una vida familiar plácida y los amigos me han seguido ayudando. No puedo presumir de haber luchado con grandes y fieros enemigos, aunque haya recibido algunas puntadas o picaduras de avispas, modestas siempre en sus pretensiones de molestar. Si "El amigo Fritz" se hubiera quedado soltero en su pequeña ciudad alsaciana hubiera podido tener motivos de satisfacción paralelos a los que yo he tenido. Pero yo soy un amigo Fritz sin salud y con mucha carga vital interior: no mía, sino de10s míos. Además la época y el país en que me ha tocado vivir no son como para terminar la vida con una carcajada de buen bebedor de cerveza.

He visto España más como un hombre del 98 que como los de generaciones posteriores. He estado siempre más cerca de Azorín, de Unamuno, de Maeztu que de los poetas del 27 o de los políticos de la República, y en Arte me pasa igual. Acaso también en Ciencia. Los cuarenta años del franquismo se pueden

dividir en várias partes. La primera, la más trágica. Otra de anquilosamiento y duda. Otra de transición y una final, que empieza en 1960, en que hubo que echar por la borda todo lo anterior: Casticismo, Autarquía, Tradicionalismo en las costumbres, etc., etc.

Epoca de la "estabilización", del desarrollo económico, del turismo, de la industrialización, del aumento de las poblaciones urbanas. Lo de " Arriba el campo" y otras consignas se olvidó. Fue el de entonces el triunfo de los ingenieritos y de otras gentes por estilo. Fueron los llamados "tecnócratas" los que nos cambiaron la imagen de España, de 1960 a 1970 "Lo que pudo haber sido ya no será". Los etnógrafos, los que habíamos pateado el país durante treinta o cuarenta años anteriores nos encontramos con que todo lo que habíamos estudiado se convirtió de repente, en Arqueología, con la paradoja de que quienes quebraron más las condiciones de la vida tradicional fueron las gentes que se consideraban más conservadoras, más "de orden". ¿Qué orden? Ahora estas mismas gentes no entienden las consecuencias de aquel "milagro español" que creó aglomeraciones como las de Bilbao, los pueblos-dormitorios, los "ghettos" urbanos y de trabajo, el florecimiento de la discoteca y del "pub" con un nombre con diéresis inglesa. Creyeron en la eficacia estabilizadora, ''política", de la renta "per capita" y otras necedades por el estilo y de un país pobre pero hermoso y con posibilidades de' 'regeneración' , hicieron un país con fugaz apariencia de rico que se ha afeado de modo alarmante... y con "regeneración" dificultosa. Fue aquel, el reinado del "billete verde", de Norte a Sur y de Este a Oeste. y ahora pienso esto. Hoy mi visión de España no vale para nada. Lo que me ha ocurrido individualmente es un reflejo de la vida pública. Más apariencia que contenido. Me he aferrado al pasado ideal y he vivido a la sombra de los últimos representantes de él.

He tenido el orgullo de que cuando pensaron en mí. dentro de la Academia de la Historia, apoyaran mi candidatura don Ramón Menéndez Pidal, don Manuel Gómez Moreno y don Diego Angulo y que contestara a mi discurso de ingreso don Ramón Carande. Hombres del pasado. Allí tuve y tengo amigos entrañables. Lloro aún la muerte de don Jesús Pavón y del duque de la Torre y me aferro a la amistad de colegas algo más viejos que yo, como Valdeavellano, Vázquez de Parga y Lacarra. En Madrid, en Málaga en San Sebastián, en Pamplona muchas amistades fuertes y sinceras han desaparecido. ¿Qué es uno si no una sombra? Sólo en la vida íntima, privada, ultradoméstica, puedo encontrar razones para pensar que todavía existo. He escrito y he publicado de 1960 a 1980 más que en el resto de mi vida. Algo con cierto éxito, como mis memorias, o el libro sobre las brujas. Algo me han traducido también y, en suma, la erudición me ha producido más.satisfacciones que a otros.

El círculo de amistades es todavía grande y va desde la de políticos, como Areilza, a la de mujeres brillantes y atractivas. Proposiciones de trabajo no faltan... Pero...

Pero la vida pasa (o pasó) y las últimas experiencias me hacen comprobar que soy una especie de Rip Van Winkle. Mi imagen de España, mi imagen del País Vasco, mi imagen de la Universidad y de la vida política nada tienen que ver con lo que es. Esto que es tiene que ser así. Pero si tiene que -ser así lo prudente y lo pertinente es dejarlo que sea y retirarse por el foro.

Esperar. Esperar la muerte con tranquilidad, con serenidad. Morirse es algo que le ha ocurrido a tantas personas importantes que no hay por qué estar alborotando ante la ida de la Muerte propia. La cuestión es que ésta no sea demasiado dolorosa, molesta o envilecedora. ¿Qué puede hacer uno cuando ocurrra algo que ni le gusta, ni llega a comprender bien? Por otra parte: ¿Qué importa que lo que pase le guste a uno o no, lo comprenda o no? Esta no es mi España "regenerable"; no es este mi "País Vasco mejorable" ni esta mi Universidad. Pero son así.

Hay que terminar. De 1960 a 1975 estuve muy vinculado a Málaga, fui tres veces a dar unos cursillos a Coimbra, pasé un curso en la "Ecole des Hautes Etudes" de París, volví a Inglaterra y a Estados Unidos, conocí algo de Grecia y fui dos veces a Lima. Surgieron algunos amigos jóvenes fuera y dentro. Entre ellos D. Greenwood, antropólogo norteamericano de mucha capacidad. Soportes individuales no me han faltado.

Después vino la liquidación del régimen franquista que ocurrió de modo bastante ininteligible para mí y ahora empiezo a ver las consecuencias de tal liquidación. Al comenzar esta etapa algunos consideraron que yo había vivido "marginado" como se dice ahora, y que debía incorporarme a la Universidad. Unas propuestas de acceso parecían más factibles y sinceras que otras. Pero la verdad es que si yo he quedado muy al margen de la vida pública ha sido más por voluntad propia que por decisión de autoridades hostiles. " Aquello no me gustaba" y nada más.

¿Y esto? Esto me parece mejor desde el punto de vista político y veo que hoy muchos viven como el pez en el agua: sobre todo los políticos mismos y los periodistas. Hay libertad para discurrir y también para no discurrir. Hay gente que cree, silogísticamente, que siendo de izquierdas se es por fuerza inteligente y que escribir artículos de periódico o revista esmaltados de tacos y reniegos es una prueba de libertad de espíritu y de ser avanzado. Se observan otras señales de infantilismo colectivo y una tendencia clara al resentimiento demagógico, encubierto por falsas alegrías y virtudes. Pero en toda democracia se han dado estos hechos la cuestión es que no se pase a más.

-¡Pero los hombres como usted deben colaborar, cooperar, adscribirse a algún servicio, ayudar a la juventud!

-Sí. Es- evidente. Pero cada cual sirve como puede. Por otra parte, lo mejor de mi servicio ya está hecho: son unos cuantos librotes. Yo no me voy a poner ahora a pegar zapatetas en el tablado político, periodístico o universitario para obtener el favor, divertir y llamar la atención y para que algún jovencito diga condescendiente: -¡Qué vejete más simpático!-. Ahora hay mucha gente que cree que el objetivo de la vida es ser popular. Yo no: y menos popular a cierta edad y en ciertos medios. Hoy no son populares la mayor parte de las personas que yo he admirado más y sí lo son otras que me parecen de poco fuste o caracterizadas por un grosero disfraz y por su tendencia a la impostura. Cuando alguien me dice, por ejemplo, que ahora no se lee esto o aquello a éste o a aquél, o no gusta tal música o tal pintura, replico: -Pues peor para ahora-.

No soy un evolucionista de misa y olla de esos que creen que lo último, por fuerza, es lo mejor. Creo todo fluye..., pero como lo creía el difunto Heráclito. Este momento del fluir español no es el mío, ni el de los míos. Sé ya que ese momento mío ha sido siempre más imaginario que real y vivo de la imaginación. Ahora si me arrepiento de algo en mi vida es de una sola cosa. De no haber ido más a Italia, de no haber conocido más a fondo los campos, pueblos, ciudades y personas de aquella hermosa tierra para poder enriquecer más los años últimos de la vejez, con recuerdos hermosos. Es un arrepentimiento de egoísta y de esteta. Otros se arrepienten de no haber luchado más por la Gloria, por el dinero, por las mujeres o por el poder, y se creen altruistas. Allá ellos.

¿Qué más puedo decir? Que era escusado escribir una autobiografía. Yo no soy más que un espejo que refleja todavía un mundo pasado... Un mundo que acaso no existió de veras, más que en unas cuantas conciencias.

© Herederos de Julio Caro Baroja

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